top of page

Historia Inspirada: Tristeza en el bosque.

Actualizado: 27 ene


Bosque de pinos
Semilla de Esperanza

SEMILLA DE ESPERANZA

Historia inspirada por Valentina Juárez


Había pasado mucho tiempo, desde que mis pies habían transitado aquel camino de tierra. Recordaba que mis pies eran más fuertes cuando era joven, y que no necesitaba cubrirlos tanto para poder andar. Mis botas eran pesadas, la chaqueta gruesa, y mi sombrero favorito un trozo de tela desgastado. Sentí que el viento soplaba con calma, trayendo consigo el frío de las partes más altas. Antes no había tantos árboles, pensé, mientras me daba cuenta de la falta de animales. Mis huesos no eran los mismos, ahora crujían con movimientos bruscos, y me hacían detener en partes del camino que no recordaba. Había más árboles de pino, e incluso los abetos se habían logrado colar entre las hileras que respetaban aun el camino. Decidí avanzar lo más posible, para descubrir si aún era capaz.

 

Antes solía contemplar el amanecer en mi casa en la ciudad, pero el caos era algo que me cobraba muy caro. Mi mente no era la misma, y las cosas que podía hacer no eran tantas como había deseado. Me resigné a venir a mi antiguo hogar, donde recordaba los mejores momentos de mi vida. Lograba recordar aun los juegos que hacía con mi familia mientras nos reuníamos, y como sonreía mi esposa al momento de mirarme. Me conformé con sacar del bolsillo interno de mi chaqueta, una foto vieja y doblaba que llevaba a todas partes. Entre mis dedos, el frío me reclamaba cada punto de calor sin dar tregua, lo que me obligo a usar los guantes que llevaba en el bolsillo de atrás del pantalón. Seguí caminando lo más que pude, apreciando como las ramas de los arboles bailaban con el soplido del viento.

 

No era lo suficientemente tarde como para que el sol estuviese a punto de ocultarse, pero las nubes en el cielo hacían parecer que si lo era. Decidí sacarme uno de los guantes, para sentir la corteza áspera de uno de los árboles en el camino. Sentí nostalgia. A mi mente vinieron los recuerdos de cuando era niño, justo de aquel lugar, donde en invierno salía con papá y mis hermanos a acampar ladera arriba en el espeso bosque. Aquel lugar siempre fue un refugio para nosotros, gracias a que papá había decidido construir una modesta cabaña en las afueras del bosque. Volví a ponerme el guante, y seguí caminando con ayuda de un bastón que siempre odié. Betty me decía, que aquel bastón no era más que una herramienta para ayudar a mi cuerpo. Ser flexible como ella hubiese querido, supuse que habría sido una versión de mi más aceptable, pero no era tan fácil cambiar lo que era por dentro. Atesoré sus palabras en mi corazón mientras caminaba, está vez con pasos más lentos.

 

Estoy seguro que si alguien hubiese podido prever el caos que estaba sucediendo en la ciudad, habrían deseado estar en el lugar donde yo estaba. Y es que mi mente aún me mantenía firme, trayendo esos recuerdos que no había olvidado del todo, y que se reproducían en mi cabeza aun en contra de mi voluntad. Terminé de enrollar la bufanda purpura de Lassy alrededor de mi cuello. Mientras el viento era cada vez más fuerte, también lo era aquel recuerdo. Mi pequeña hija Lassy había pasado la noche entera viendo un vídeo, dónde una mujer de voz amable, enseñaba a tejer bufandas. Era un obsequio para mí, por mi cumpleaños. Quince años después aún se mantenía conmigo aquel obsequio de tela desgastada, que era capaz de seguir entregándome ese calor que lograba combatir el frío. Me abracé a mi mismo para tratar de obtener algo de calor, y funcionó por un momento. Deseaba seguir teniendo la fuerza que me acompañaba al principio, al menos para llegar a la cima de la ladera. Deseaba ser testigo de la vista al otro lado, donde papá decía que estaba la mejor parte del bosque.

 

Estuve a punto de no lograrlo. Una voz dentro de mí, me obligaba a persistir, por lo que no fui capaz de dejarme vencer. Sentí como si alguien me animase desde atrás, y fue cuando por fin pude llegar a mi destino. Traté de recuperar fuerzas, respirando lentamente. Me sentí orgulloso de haber cumplido con mi deseo, y de obtener para mi mismo aquella vista que hizo temblar a mi corazón. Unas cuantas lágrimas resbalaron por mis mejillas, al ver que aun podía verse el verde de la copa de los árboles, algunos siendo cubiertos por una ligera capa de nieve. Decidí sentarme ahí mismo, donde sentí que el suelo estaba algo húmedo. No me importó. Saqué nuevamente la foto del bolsillo de la chaqueta, y miré al cielo para aceptar por fin lo que era inevitable. Entre las nubes más delgadas, ya podía verse la gigantesca roca que se abría paso para culminar su ciclo. Mi corazón latió fuertemente, pero el miedo no me dominaba. Sentí nostalgia, y tal vez, algo de tristeza, pero sabía que no todo estaba perdido. Y a pesar de verme solo, sabía que afuera ya estaban las semillas que habíamos regado.

Comments


bottom of page