top of page

Historia Inspirada: Felicidad y bendición.


Solo un Momento
Solo un Momento

SOLO UN MOMENTO

Historia inspirada por Coromoto Guerrero


Estuve lejos mucho tiempo. Me acostumbre a hacer las cosas por mi cuenta, de tal forma que era muy independiente para mi edad. Mis padres siempre habían estado muy orgullosos de mí, por lo que nunca eché en falta su cariño y confianza. Aun cuando estaba en la escuela, recuerdo que mi padre me miraba con ojos de orgullo cuando era capaz de valerme por mi mismo, y mi madre había dejado supervisarme activamente, cuando en la escuela le hacían mención de mis logros. Era un claro ejemplo del cual mis padres podían presumir.

 

Reuní mis cosas para ir a la parada de autobús. En la mochila no cabían más de tres playeras cortas, y un par de bermudas. Con nada más que un sándwich en el estómago, me colgué la mochila en el hombro para salir de la habitación. Bajé las escaleras de la residencia, y caminé a paso lento hasta la puerta principal del edificio. Afuera el olor a petricor delataba la lluvia tenue que caía sobre el suelo. Había olvidado comprar una sombrilla, por lo que tuve que apañármelas para cubrirme de las gotas delgadas que impactaban mi cuerpo. Corrí hasta la parada cruzando la calle, donde había unas cinco personas esperando el transporte. Traté de mantenerme bajo el pequeño techo, pero el viento se había hecho como objetivo calarnos hasta los huesos mientras llegaba el autobús. No tardó mucho en llegar, y al abrir las puertas, subimos rápidamente empujando un poco a las personas que estaban dentro. El chofer no pidió que guardásemos calma, y nos permitió acomodarnos antes de iniciar la marcha del autobús. Cerró las puertas, y el sonido secó de la goma chocando me mantuvo alerta.

 

El camino hasta la terminal era largo normalmente. Aquel día, con la lluvia encima el tráfico era más pesado que de costumbre. El autobús hacía paradas involuntarias mientras la fila de autos avanzaba dando toques. Noté a través de la ventana, como un grupo de ciclistas avanzaban a pesar del mal tiempo, lo que me hizo recordar las veces que salíamos a pasear dando vueltas a la cuadra en bicicleta los tres juntos. Papá parecía haber encontrado un nuevo hobby cuando me fui de casa para estudiar, en una carta mamá había mencionado que se le estaba dando bastante bien ayudar a papá a armar pequeñas maquetas a escala de barcos y aviones antiguos. Me sentí deseoso de visitarlos después de haber estado medio año fuera. No sabía si estarían ahí para recibirme. Debido a mi falta de interés, nunca me tomé la molestia de tener un teléfono, lo que me impedía mantener una comunicación constante con ellos. Aun así, tenía en mente que aquella visita sería una sorpresa grata para ellos. El autobús había llegado a mi parada. Me acerqué a la puerta, y bajé con precaución para evitar caer.

 

Compré el boleto a penas entré en la terminal. En el trozo de papel se anunciaba que el autobús saldría en veinte minutos, lo que me dio tiempo suficiente para comprar una bolsa de patatas fritas. Me senté en una de las sillas de la sala de espera. Noté que había pocas personas sentadas. El tiempo pasó más rápido de lo que pensaba. Nos dirigimos al pasillo con el llamado para subir al autobús, y entregué mi tiquete al conductor. Subí y tomé el asiento con el número que indicaba el boleto. Estaba junto a la ventana, lo cual me agradaba mucho. El autobús se puso en marcha al poco tiempo de haberlo abordado. Sentí mucha felicidad, imaginando la cara de sorpresa de mis padres al verme, lo que me ayudó a relajarme. El viaje debía durar unas cuatro horas, lo que me permitiría dormir hasta llegar a mi destino.

 

A veces, los eventos que vivimos no tienen ninguna relación con lo que hacemos. Todo lo que somos, no es más que un puñado de decisiones que nos nutren, y que nos hacen ver lo que realmente tenemos en nuestro interior. Al poco tiempo de haber comenzado el viaje, noté que en el fondo había un hombre con ropas oscuras. Le presté atención cuando de improvisto se levantó de su asiento balbuceando algunas palabras. Todos comenzaron a ponerse nerviosos cuando el hombre sacó del bolsillo de su sudadera un cuchillo. Pude escuchar que estaba pidiendo que le entregásemos todo el dinero y objetos de valor que tuviésemos encima. Cuando llegó a mi puesto, saqué mi billetera para abrirla y descubrir que solo había un billete de cinco dólares arrugado. El hombre me increpo diciendo que me burlaba de él. Traté de calmarlo diciéndole que solo era un estudiante. Él no escuchó.

 

Recordé la vez que papá me enseñó a hacer el nudo de la corbata. Sus manos me guiaron mientras el trozo de cinta rodeaba mi cuello. Me pareció, además, haber escuchado la risa gentil de mamá. Aquella escena se perdía en la oscuridad mientras sonreía en mis adentros. Sentía que aquella era mi bendición, una que, sin haberlo notado, me había dado la mayor felicidad.

Comments


bottom of page