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Historia Inspirada: Amor, esperanza, justicia, unión y familia.

Giros Inesperados
Giros Inesperados

GIROS INESPERADOS

Historia inspirada por Carmen Legón


Caminar era una de las cosas que menos me gustaba hacer. Cada vez que salía de casa, era como emprender una travesía que implicaba salir de mi zona de confort. Y no era para menos. Mi trabajo lo realizaba en mi estudio, donde podía sentirme pleno estando en la comodidad de mi hogar. Quise hacer de aquel día algo diferente, por lo que salí con mis hijos a comer mientras Mariane se quedaba en casa, trabajando. Ella y yo, teníamos un pequeño negocio en línea, cada uno exponiendo su arte sin tener que soportar largas jornadas de oficina. Habíamos logrado salir a delante, vendiendo mis esculturas, y sus pinturas. Era algo que nos enorgullecía mucho, y que disfrutábamos. Sin embargo, la forma en la que vivíamos cambió mucho cuando tuvimos a nuestro primer hijo. Recuerdo lo nervioso que estaba, y al mismo tiempo, como me invadía la emoción por conocer a ese pequeño bebé.


La calle estaba helada. Era la temporada de lluvias, y pronto se estarían acercando las nevadas. Tenía las manos en los bolsillos, mientras observaba mi aliento enfriarse al respirar. Los chicos iban caminando por delante, entre juegos y charlas. De vez en cuando volteaban a verme, diciendo alguna cosa graciosa. Eso hacía las tediosas caminatas placenteras. Ver a aquellos chicos que inspiraban mi existencia, era lo mejor de aquello. Cuatro años después del nacimiento de Matt, nació Beily. Mi hija menor, había logrado adquirir los rasgos de su madre, lo cual agradecía. Sus ojos y su sonrisa me recordaban a cuando conocí a Mariane. Lo que me hizo sentir enamorado desde la primera vez que la sostuve entre mis brazos. Matt, por el contrario, al crecer me hizo notar una parte de mi que desconocía. Era como observarme a mí mismo mientras avanzaba por segunda vez sobre la tierra. Sentí mucho amor por él, cuando con sus primeros pasos, me eligió como su destino. Ahí estaban ellos, dos pequeñas partes de mi y Marine, que se sumaban a lo que eran propiamente. Eso me hizo sentir pleno. Había logrado formar parte de una familia amorosa, que me apreciaba.


Los chicos estaban en edad de ir a la escuela solos. Sin embargo, de vez en cuando me tomaba el tiempo para llevarlos en el auto hasta la escuela. Mariane, al igual que yo, prefería siempre estar en el estudio siempre que podía. Sin embargo, en esos momentos, era la primera en subir al auto llena de emoción. Matt y Beily se avergonzaban de nuestras despedidas, pero era inevitable hablarles con tanto amor cuando bajaban del auto. Noté que había comenzado a caer una ligera lluvia. El agua fría impactó mi rostro, y al poco tiempo, el viento intensificó su tránsito. Abrí la sombrilla y se la di a Matt para que se resguardase con su hermana. Por mi parte, terminé por asegurar más la chaqueta, y seguí caminando muy cerca de ellos. Beily me miró, y me sonrió de tal forma que me sentí muy feliz al instante. Ella se detuvo un momento, para volverse y darme un abrazo. Sus dientes blancos formaban la sonrisa más resplandeciente que hubiese visto, y sus palabras, calaron en mi corazón como nada más podría: “—Te amo papá”.


Existen momento en que damos por sentado, que el mundo debe girar de cierta forma para que nuestra vida funcione. Sin embargo, nunca sucede tal y como lo planeamos, lo que hace que los giros inesperados, se conviertan en esos momentos irremplazables. Momentos que no tienen comparación. Matt se acercó, dándome un abrazo fuerte. Besé sus frentes, y continuamos con la marcha. El cielo estaba cada vez más oscuro, debido a las nubes grises que impedían el paso de la luz. Miré la hora en mi teléfono, y noté que pronto anochecería. Pasamos por la tienda que estaba a una cuadra de nuestra casa, para comprar los dulces favoritos de Mariane. Ella se alegraría, y los chicos estuvieron de acuerdo en sorprenderla con el gesto. Nos paramos frente al mostrador, colocando encima muchos tipos de golosinas. La chica que atendía sumo el total, y empacó todo en una bolsa. La campanilla de la puerta sonó, indicándonos que alguien había entrado. Volví la mirada por instinto, mientras le entregaba el dinero a la chica. Era un hombre con tatuajes en el rostro. Sentí un impulso, cuando vi que llevaba algo oculto en el bolsillo de su sudadera. Aparté a los chicos por detrás de mí, mientras el hombre entre gritos, me pedía que le diese todo el dinero que tenía. Traté de calmarlo, pero eso solo empeoró las cosas. Sacó un arma para apuntar a Beily. Mi corazón se detuvo. La chica detrás del mostrador, llamó la atención del hombre abriendo la caja registradora. El hombre se acercó al mostrador, y sacó todo lo que pudo. Mientras estaba distraído, le hice señas a los chicos para que salieran de la tienda. Les dije que al salir corriesen a casa tan rápido como fuera posible. La campanilla alertó al hombre, quien se volvió para ver que pasaba. Me abalancé sobre él, tratando de sujetar el arma. Los chicos corrieron de inmediato, mientras la chica gritaba.


Cuando llegué a casa, noté que los niños estaban con Mariane. En sus rostros las lágrimas no paraban de salir, mientras su madre trataba de calmarlos. Tuve la esperanza que aquello quedase atrás pronto, y que no marcase sus vidas para siempre, pero a veces las cosas no salen como las planeamos. Escuché que Mariane recibía una llamada. Era la policía. Le dijeron que había muerto un bandido en una tienda, pero que ahí también estaba yo. Me acerqué a ella, susurrándole al oído que estaba bien. Que seguiría ahí con ella. Siempre, cuidando de nuestra familia.

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